Habrá que remontarse unos quinientos años a la España renacentista. Las poblaciones muchas de ellas aún pequeñas con casi ninguna de las comodidades con las que hoy contamos para la vida diaria, estaban apartadas una de otra y sólo unidas por un pequeño y en ocasiones peligroso camino que había que andarlo a pie o, si bien iba, en caballo. En esos pueblos, llamados “villas”, sucedía la vida cotidiana. La gente iba y venía de una villa a otra para comerciar o comprar las viandas necesarias o relacionarse con otras personas. Muchas veces, al salir de casa, la esposa le recomendaba a su compañero: “ve con Dios, y cuídate de los villanos”.
¡Claro! Los villanos hoy día son los pillos o los malvivientes que pueden robarte tus pertenencias en el camino; pero en aquél entonces, eran todos aquellos que vivían en las villas; Uno que otro se dedicaba a estar escondido a la orilla de los caminos, sorprender al transeúnte y robarlo; y a ese se refería la esposa previsora. Aclarado este punto podemos seguir con nuestra historia: los villanos eran, entonces, todos los que vivían en las villas y los hijos de los villanos pues serían los villanitos, los villancillos o, como se dice en la Madre Tierra, “los villancicos”, aquellos personajes que llegada esta época se ponían contentos e iban cantando por todos lados sus tonadillas y sus juegos y la gente que los oía decían algo así como “oye, son los villancicos cantando” así que los villancicos, en resumen, son aquellos cantos de los niños para las fechas navideñas. Habrá que distinguir entre las “Canciones de navidad” hechas seguramente por adultos, como la ultra-conocida “Noche de paz” y los “villancicos”, hechos, al principio en España por niños y para niños:
Hacia Belén va una burra rin rin (¿con el dios todopoderoso? Nooooooo…)
¡Cargada de chocolate!…
Versos de niños, para niños.
De ahí la tradición se propagó por todo el mundo cristiano y, con la conquista de México, inevitablemente pasa a formar parte del rico repertorio tradicional infantil de nuestro país.
Miguel Bernal Jiménez, el gran compositor michoacano, hizo unas obras que llamó “Villancicos” (aunque, como hemos visto, en rigor no lo son, pero que conserva magistralmente bien el ambiente festivo e inocente de éstos). Escuchen uno de los más famosos de él.
No caigan fácilmente en la música comercial, tratemos de indagar un poco sobre el origen de cada obra y disfruten la historia que ella nos cuenta.
¡Felices fiestas y mucha música de calidad para niños!
Texto original del Centro de Estimulación Musical.