Todos quienes hemos tenido la dicha de participar en la emocionante aventura del desarrollo de un niño, ya sea como padres, psicólogos, terapeutas o como sus maestros, no dejamos de maravillarnos de la riqueza y complejidad de ese proceso biológico tan delicado e importante para la vida futura.
Se sabe que los primeros seis años de vida son esenciales para un buen desenvolvimiento del adulto. Hay quienes llegan a afirmar que hasta el 60% de lo aprendido en la vida, fue asimilado antes de cumplir siete años. Sin embargo las diversas formas de asimilar las cosas hacen la diferencia entre una vida feliz y plena o una vida llena de frustraciones y dificultades.
La actividad musical ha demostrado ser, alrededor del mundo, el método idóneo para el aprendizaje feliz, significativo e integral para los niños.
La música cautiva el alma y el corazón del niño porque establece una comunicación directa, positiva y rica en conceptos, sentimientos y voluntades. La actividad musical permite que el niño disfrute sus actividades de aprendizaje convirtiéndolas en un juego emotivo y bello; así mismo, le permite contar con un medio de expresión de su sensibilidad y su mundo interior permitiéndole destensarse y abrir su pensamiento a los demás así como comprender a los otros mediante los mensajes sensibles de los sonidos. Así se logra potencializar los aprendizajes de manera geométrica, volviéndolos trascendentes, duraderos e integrales.
Todo ello no es casual o mágico sino que obedece a principios psicológicos y biológicos perfectamente comprobables desde diversos puntos de vista científicos y filosóficos. Entre ellos destaca la integralidad de la música o, en otras palabras, cómo el lenguaje de los sonidos puede llegar a la mente, el cuerpo y los sentimientos al mismo tiempo, logrando, como nada en el mundo, incidir integralmente en el ser humano. También es importante mencionar el efecto catártico producido por la música, es decir, la posibilidad de volcar hacia fuera o hacia los demás el mundo interior, con lo que fluye la expresión de nuestros sentimientos y estados de ánimo, lo que produce una sensación única de satisfacción, estabilidad y congruencia biológica además de la posibilidad de socializar o establecer contactos exitosos y productivos con los demás.
Para la institución educativa inicial y preescolar, la actividad musical debiera ser “oro molido”. El arte de los sonidos podría erigirse como la mejor herramienta para acceder al desarrollo integral y al aprendizaje placentero y feliz del niño. La música, correctamente utilizada, puede hacer que el tedio escolar se transforme en alegría, lo cotidiano sea convertido en especial, la comunicación entre adulto y niño se vuelva fácil, fluida y comprensible, las experiencias pedagógicas se hagan trascendentes y significativas para todos. En síntesis, volver congruente el ambiente escolar con el desarrollo natural del niño y los intereses de los educadores.
Sin embargo, la realidad dista mucho de ser lo óptimo en el qué hacer musical que existe en nuestros jardines de niños. Tristemente es posible comprobar que los programas para la formación de las nuevas profesionales de la educación infantil han abandonado casi completamente su formación musical haciendo que las nuevas generaciones inicien su importante tarea con un mínimo o ningún conocimiento musical; la música que se utiliza en las escuelas, por lo general, no ha pasado por ningún control de calidad, lo que ha hecho posible encontrar, en algunas ocasiones, obras de pésima y aún nociva calidad en manos de los pequeños que la reciben amorosamente de manos de sus educadoras, con el consiguiente daño afectivo para los nenes.
Las habilidades musicales necesarias en el personal que trabaja para los niños se encuentran en mínima proporción o simplemente ausentes: muy pocas maestras saben tocar un instrumento y menos cantan afinado, es rara aquella educadora capaz de leer notación musical, existe un mínimo de cultura musical general, lo que dificulta el acceso de los grandes compositores de la música así como otros aprendizajes esenciales para el desarrollo musical del niño.
En cuanto a la metodología y técnicas pedagógicas de la actividad, el panorama no es más alentador: subsiste aún el esquema anquilosado que se utilizaba para “Cantos y Juegos” hace más de cien años. (Entrada – saludo – canto nuevo – etc.) que obedece a principios pedagógicos ya muy superados y a una concepción del niño que ya nadie más acepta. Pero fuera de este esquema, el panorama está abandonado, Muy pocas maestras se atreven a innovar y proponer en este sentido, primeramente por su poco conocimiento musical y el temor de entrar a terrenos desconocidos y frágiles.
- Es hora de encarar todos estos problemas y volver la actividad musical de calidad a donde pertenece: a la institución preescolar; al mundo de los niños de donde nunca debió salir.
- Es momento de organizar un proyecto de formación musical para todas y cada una de las personas que trabajan en la educación del niño a fin de hacerlas nuevamente cantar y amar la música y conocer su maravilloso mundo interior.
- Es el momento de regresarle a la educadora su máxima herramienta educativa y de relación con los niños: la música, panacea educativa y derecho inalienable de todos los niños.